Durante años, el monitoreo de infraestructura TI se basó en umbrales, alertas y respuestas reactivas. Pero las arquitecturas distribuidas, los microservicios y los entornos multi-cloud transformaron la complejidad de los sistemas. Ya no basta con detectar fallos: hoy, entender por qué ocurren es esencial.
La observabilidad surge como el siguiente paso evolutivo. No reemplaza el monitoreo, lo amplía. A través de métricas, logs y trazas, permite reconstruir el contexto completo de los incidentes, identificar causas raíz y anticipar fallas en entornos dinámicos.
Mientras el monitoreo tradicional responde a lo conocido —si un servidor está activo o si la CPU supera un umbral—, la observabilidad ayuda a descubrir lo desconocido: por qué una transacción falló, qué microservicio generó la latencia o cómo impactó un cambio en la estabilidad del sistema.
Entornos multi-cloud e híbridos → Las trazas distribuidas permiten seguir una transacción completa, incluso entre plataformas diferentes.
Microservicios y contenedores → La correlación de métricas y logs reduce el MTTR y permite detectar la causa exacta de fallas en cascada.
Dependencias externas → Facilita identificar si el problema proviene de la infraestructura interna o de un servicio de terceros.
Infraestructuras distribuidas → Permite segmentar y analizar por región, tipo de usuario o versión de aplicación para respuestas más precisas.
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La observabilidad ya no es opcional. Es el requisito para operar con confiabilidad y resiliencia en entornos complejos.
En U&R, con más de 25 años de experiencia en monitoreo y medición de infraestructuras TIC, acompañamos a las organizaciones en esta evolución, asegurando que cada paso sea estratégico y alineado con los objetivos de negocio.
La ventana está abierta. Pero no por mucho tiempo más.